Modernismo

El movimiento cultural conocido en Cataluña como Modernismo nace en Europa entre finales del siglo XIX y principios del XX, y surge como oposición al Realismo y al Naturalismo.

Aunque este movimiento cultural de búsqueda de nuevas formas y expresiones afecta a todas las manifestaciones del arte y el pensamiento, es en la arquitectura y las artes decorativas donde se muestra con pleno sentido.

Su nombre varía según los distintos países: Jugendstyl en Alemania, Sezessionstyl en Austria, Floreale en Italia, Modernismo en España, Art Nouveau en Francia y Modern Style en Inglaterra. Estas tendencias no son exactamente iguales en cada país, a pesar de que coinciden en el tiempo y tienen una estética común.

Podemos considerar el Modernismo como consecuencia de la Revolución Industrial y los avances derivados de ella, como la electricidad, el ferrocarril y la máquina de vapor, que han cambiado completamente la forma de vivir de la población y han originado un crecimiento de las ciudades, en las que se han ido estableciendo industrias que regentan un número creciente de burgueses. El modernismo es, pues, un estilo urbano y burgués .

En el caso de Barcelona se dio la circunstancia de que el estallido del Modernismo coincide con la construcción del Ensanche (finales del siglo XIX) tras el derribo de las murallas que ahogaban la ciudad (1854).

Este crecimiento de la ciudad representó una oportunidad inmejorable para que la burguesía pudiera satisfacer sus ansias de modernización, de expresar su identidad catalana, y de poner de manifiesto su riqueza y su distinción. Es por ello que surgen casos de mecenazgo por parte de la alta burguesía catalana (como es el caso del Conde Güell con Gaudí).

La arquitectura modernista en Cataluña une a las técnicas de construcción más modernas (uso del hierro en las estructuras, utilización de los elementos prefabricados, …) con la utilización de elementos tradicionales (ladrillo visto) y enlaza con el estilo gótico con el que guarda cierto paralelismo.

Es una arquitectura decorativa, integradora en el edificio de todas las artes plásticas. Los arquitectos y sus escultores sitúan en el exterior de los edificios pájaros, mariposas, hojas y flores como elementos decorativos, ya sea como figuras adosadas o como ornamento de la piedra o cerámica. También se colocan figuras de mayor tamaño, animales fabulosos o personas, y en las cornisas elementos de cerámica de color. Las ventanas y los balcones disponen de rejas de hierro forjado, que son labradas artísticamente. El modernismo no ha sido siempre un movimiento querido y reconocido dentro de la cultura catalana. Nos sorprendería leer artículos de gente como Carles Soldevila, Josep Pla o Manuel Brunet pidiendo, por ejemplo , el derribo del Palau de la Música por considerarlo una aberración arquitectónica. El Noucentismo, movimiento que sucedió al Modernismo, consideraba de mal gusto sus representaciones y muchas tiendas y comercios fueron transformados y repuestos de una manera más austera y discreta. Uno de los casos más representativos fue la amputación que sufrieron los bajos de la Casa Lleó i Morera.

Origen

El origen del Eixample lo encontramos en el espacio que había fuera de las murallas, entre la ciudad y los pueblos de los alrededores. Era una gran extensión plana, en la que no se podía construir porque se consideraba zona militar y en la que sólo había huertos de los agricultores de Gracia y de Barcelona.

Hasta el comienzo del siglo XIX, las murallas medievales de Barcelona eran suficientemente grandes para acoger una ciudad que iba creciendo, pero con el inicio de la industrialización se hicieron pequeñas, con la llegada de las nuevas fábricas y el consecuente aumento de población.

Debido a la prohibición de edificar fuera de las murallas, se construyeron las nuevas fábricas y los barrios de trabajadores en los pueblos que rodeaban la ciudad. Pueblos como Gracia, Sants, Sant Martí y Sant Andreu se convirtieron en villas industriales.

En un corto periodo progresista, entre 1854 y 1856, se consigue derribar las murallas, pero hasta 1858 no se permitió hacer un plan para ensanchar urbanísticamente la ciudad.

En 1860 se encargó el plan a Idelfons Cerdà, éste estaba obsesionado por la falta de salubridad de la ciudad encerrada en las murallas, por lo que el plan aprovechaba al máximo la dirección de los vientos para una mayor oxigenación y asignó un papel clave en los parques y jardines de los interiores de manzanas. Preocupado también por la movilidad, definió una anchura de calles fuera de lo normal pensando en un futuro motorizado e incorporando también en él líneas ferroviarias. El Plan Cerdà suponía un ensanche entre Montjuïc y el río Besos, incluyendo el término de Sant Martí.

Siguiendo el plan Cerdà, el barrio se construyó con el dinero de las familias acomodadas de Barcelona. Los burgueses de la ciudad competían en el refinamiento estético de la construcción de sus viviendas con fachadas profusamente decoradas con materiales diversos como cerámica, vidrio emplomado o hierro forjado. Lo vemos en muchos edificios modernistas donde proliferan obras de arquitectos como Puig i Cadafalch, Domènech i Montaner o el propio Gaudí, entre muchos otros.

Todo el Eixample constituye un conjunto arquitectónico modernista único en Europa.

Plan Cerdà

Con su plan urbanístico, Cerdà quería diseñar una ciudad igualitaria, donde no se diferenciaran unos barrios de otros por las condiciones de vida impuestas. Los mismos servicios se preveían uniformemente para todos los rincones.

Se basaba en una gran red de calles perpendiculares y transversales. Todos ellos uniformes, excepto dos vías sesgadas superpuestas – la Diagonal y la Meridiana – y la Gran Vía de las Corts Catalanes. El punto donde se encontraban estos ejes era el gran centro de comunicaciones del Eixample, en el que se preveía una gran plaza, la de las Glòries. Tuvo un gran rigor y previsión en el reparto uniforme de zonas de servicios, como mercados, centros sociales e iglesias, y unos grandes parques de distrito.

Las manzanas de calles no eran exactamente cuadradas, ya que, para facilitar la visibilidad, en las esquinas se cortaban los ángulos en forma de chaflán. En el interior de cada una sólo se permitía construir en uno o dos lados, y el resto del espacio se dejaba para el jardín de los vecinos. Las casas no debían tener más de tres pisos de altura (16m.), ni tampoco debían ser muy profundas. Cerdà lo estableció así porque consideraba que la salud de los ciudadanos dependía de poder vivir en unas casas bien iluminadas y por las que circulara el aire limpio de los jardines que las tenían que rodear por todas partes.

Además de los árboles de las calles y los jardines de cada manzana, en cada barrio se hacía un gran parque de cuatro a ocho manzanas de extensión. También se preveían tres hospitales fuera de la trama de calles .

Aunque en aquel momento era difícil de imaginarse la existencia del automóvil, se crearon calles espaciosas, por donde podían circular los carros, los coches y los tranvías de caballos.

En definitiva, Cerdà quería hacer una ciudad para vivir en la que se evitara el hacinamiento de casas de Ciutat Vella.